El pasado domingo se celebraron elecciones autonómicas en Cataluña y junto con algunos otros estuve allí para apoyar a los compañeros del PP catalán y a su presidenta Alicia Sánchez-Camacho, compañera mía en el Senado. No tenía preferencia por ningún colegio electoral o zona y la organización decidió que los senadores debíamos estar en Vic, capital de la comarca de Osona. Se trata de una antigua ciudad medieval, bonita y llena de historia. Patria chica de artistas, santos y militares, como el pintor de cámara de Isabel II, Francisco de Paula Van Halen; de Santa Joaquina de Vedruna o de Gabriel de Avilés y del Fierro, gobernador de Chile y Virrey del Río de la Plata en el s. XVII. Grandes hombres y mujeres que honraron a su pueblo natal y a España en las artes, en la religión o contribuyendo a la grandeza española en el continente americano en representación de la Corona. Por no hablar de su hijo más universal, el teólogo y filósofo Jaime Balmes, al que Pío XII calificó como “Príncipe de la Apologética moderna” y cuya cara de cura joven ilustraba los billetes de cinco pesetas en la España de 1951. Pero todo esto nadie lo recuerda ya en Vic. Los mayores han tejido un manto de olvido y los más jóvenes ni siquiera han aprendido esta parte de la historia de su pueblo que es también historia de España. O precisamente por eso.
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