La celebración de los XXXV años de la Constitución española y la muerte de Nelson Mandela han copado informativamente este largo fin de semana. En referencia a Nelson Mandela todo han sido elogios hacia su figura. Ahora que tan denostada está la clase política, algunos ante personajes tan egregios como él, eluden referirse a él en su faceta política y prefieren llamarle estadista y otros adjetivos superlativos. Se le llame como se le llame lo que está claro es que fue un líder nato y el hombre clave para acabar con el régimen del “apartheid” en Sudáfrica. Palabras como reconciliación, unidad y perdón han hecho de él un icono de la paz. Porque si algo tenía claro Mandela es que la nueva Sudáfrica libre de “apartheid” no se podía construir sin la minoría blanca, si bien esa reconciliación “no significa olvidar o reprimir el dolor del pasado”, en palabras del propio Mandela. Su figura y su lucha han ejercido y ejercerán un irresistible influjo durante muchos años. Sin ir más lejos la periodista Ana Pastor reconoce en una carta en EL PAÍS que fue un discurso de Mandela la que la convenció de que quería ser periodista a la tierna edad de 13 años.
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