A lo largo de la historia han sido muchos los dirigentes políticos que han recurrido a las movilizaciones masivas de sus seguidores para conseguir sus objetivos, bien de forma voluntaria, bien obligados por las circunstancias. Circunscribiéndonos sólo al pasado siglo XX me vienen a la mente al menos tres. Con muy distintos objetivos y motivaciones, pero principalmente para dar sensación de fuerza. Me acuerdo de la marcha sobre Roma. Fue una marcha con destino Roma organizada por Benito Mussolini, entonces dirigente del Partido Nacional Fascista, entre el 27 y el 29 de octubre de 1922, que le llevó al poder italiano. La marcha marcó el final del sistema parlamentario y el principio del régimen fascista. Durante varios días, partidarios de Mussolini se encaminaron hacia Roma desde distintas partes de Italia. La cosa acabó como acabó. Después vino la “Larga Marcha” china, también llamada Gran Marcha. Fue el viaje a través del interior de China que siguieron las tropas del Ejército Rojo chino, las fuerzas armadas del Partido Comunista de China (PCCh), entre los años 1934 y 1935, huyendo del ejército de la República de China. Supuso la subida al poder de Mao Zedong. Durante la “Larga Marcha”, los comunistas, recorrieron alrededor de 12.500 kilómetros en 370 días. La dureza del viaje a través de la China interior, que sólo completaría alrededor de una décima parte de las tropas que salieron de Jiangxi, haría de este uno de los episodios más significativos y determinantes en la historia del Partido Comunista de China. Después vino una marcha con unos fines y objetivos loables. “La Marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad”, fue una gran manifestación que tuvo lugar en Washington, D.C. el 28 de agosto de 1963. Martin Luther King Jr. pronunció su histórico discurso «Yo tengo un sueño» defendiendo la armonía racial en el monumento a Lincoln durante la marcha. Las estimaciones del número de participantes variaron entre 200.000 y más de 300.000. La marcha ayudó a la aprobación de la Ley de los Derechos Civiles (1964) y la Ley del Derecho al Voto (1965).
En España tuvimos el pasado sábado nuestra marcha de andar por casa, aunque menos épica que las anteriores. La llamada “marcha del cambio” reunió en Sol a unos 100.000 manifestantes según la policía, quienes tras recorrer alrededor de 1 kilómetro, aclamaron a Pablo Iglesias como líder supremo. Líder supremo que se dirigió a sus fieles, soltó su “speech” y se largó sin atender a los medios de comunicación, no sea que le preguntasen por Tania, Monedero, Errejón…Demasiados puntos oscuros para un partido tan joven. Joven al menos en apariencia, porque a la vista de las banderas que los seguidores de Podemos portaban, es bastante viejo. Banderas comunistas con la hoz y el martillo rescatadas de algún oscuro lugar de la memoria. Banderas de otros países como Grecia o Bolivia. Banderas de Venezuela y de Brasil. Banderas republicanas… pero curiosamente ninguna bandera del país que aspirar a gobernar, España. La marchita de Podemos les ha retratado como lo que son. Creo que van a obtener muchos menos votos de los que los discursos triunfalistas de sus líderes presagian, porque enfrente tendrán a la España moderada, centrada y valiente que se levanta cada mañana con ganas de construir puentes, no de revalidar viejas rencillas.
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