Que esta legislatura no está siendo un camino de rosas, es una obviedad. Se acaban de cumplir tres años desde el inicio de una legislatura marcada por las medidas que ha habido que tomar para salir de la crisis. Entiendo a los que no les gusta que se vuelva la vista atrás y que se hable de la herencia recibida, pero yo también digo, parafraseando al consejero de Hacienda de Castilla-La Mancha, Arturo Romaní, que “me olvidaré de la herencia cuando la herencia se olvide de mí”, y la verdad es que eso de momento se torna imposible, al menos mientras sigamos pagando intereses de la deuda. El déficit previsto según el PSOE al dejar el Gobierno de España era del 6%. Después se comprobó que el déficit total de las administraciones públicas se situaba en más del 9% a finales de 2011, lo que supuso una desviación de 30.000 millones de euros. Este fue el primer motivo por el que hubo de tomar decisiones no contempladas inicialmente en el programa electoral. Había que taponar la herida inmediatamente.
Meses después tuvimos la crisis de la prima de riesgo. Los más de 600 puntos que alcanzó a mediados de 2012 casi suponen la quiebra y la intervención de España por parte de los organismos internacionales. Gracias a las medidas puestas en marcha por Rajoy, que hicieron que España fuera vista de nuevo como un país serio que cumple sus compromisos, la crisis de la prima de riesgo y el fantasma de la intervención también se alejaron. En Castilla-La Mancha pasó prácticamente lo mismo aunque con variables endógenas, como el despilfarro del que hicieron gala los últimos dirigentes socialistas, y que puso a nuestra región al borde mismo del precipicio. Organismos duplicados con cientos de funcionarios y presupuestos desorbitados. Prebendas inaceptables para los altos cargos socialistas como coche oficial, personal eventual de libre designación por doquier, privilegios salariales cuando dejaban la política, descontrol en los gastos, compras masivas de material sin ningún control, naves llenas de regalos, no sabemos para qué fines, una televisión pública que era un sumidero por el que se iban cantidades ingentes de recursos públicos, una deuda sanitaria desbocada, una juventud condenada al fracaso escolar y destinada a quedarse en la cuneta, una región, en suma, desahuciada. Y en estas estábamos cuando los ciudadanos dieron la confianza al Partido Popular para que diese un giro radical a esta situación. Un giro de 180 grados. Hoy no se puede decir que el panorama sea idílico porque queda mucho por hacer. Pero desde luego no vamos a tirar la toalla. Ahora más que nunca se me vienen a la cabeza gestas como la del marino Sánchez Barcáiztegui, quien después de recibir en el casco de su fragata “Almansa” dos impactos de grueso calibre y otros 67 de menor calibre de las baterías de Callao, y ante el requerimiento de sus oficiales de inundar el compartimento de la pólvora, el pañol en terminología marinera, para que el barco no explotara debido al incendio a bordo, pronunció aquélla frase que le haría inmortal: “Hoy no es día de mojar la pólvora”, manifestando así su deseo de seguir combatiendo, de no rendirse. Pues ese es nuestro ejemplo a seguir y nuestra obligación, seguir luchando para, en los meses que quedan, conseguir una España y una Castilla-La Mancha más grande y mejor. Desde luego, para nosotros, hoy no es día de mojar la pólvora.
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