Llega el Carnaval. Para unos la fiesta pagana por excelencia, en honor a Baco. Otros, buscando significación cristiana, aluden a un origen etimológico procedente del latín vulgar carnem-levare que significa abandonar la carne, que es justo lo prescrito por la Iglesia durante los viernes de Cuaresma. En nuestra ciudad el Carnaval está reducido, desde casi siempre, a su mínima expresión por el poco apego ciudadano a esta fiesta. Esta tarde baile y merienda para los mayores, mañana la fiesta infantil, entierro de la sardina y poco más hasta el desfile del Domingo de Piñata, que ahí si que somos una potencia desde hace años. No se puede decir que este equipo de Gobierno haya puesto en marcha ningún tipo de innovación en la materia. En cualquier caso el Carnaval, para lo que ha servido siempre, es para enmascarar la realidad por unos días e incluso para criticar al poder establecido a través del humor. Quizá por ello nuestra primera autoridad local, Pilar Zamora, ha pedido por escrito en su saluda carnavalero que: “Desterremos la monotonía de lo cotidiano, expulsemos de nuestras vidas los gestos adustos y las caras serias” Supongo que aprovechando que es Carnaval y que el Pisuerga pasa por Valladolid, trata de enmascarar los problemas que tiene nuestra ciudad, en buena medida ocasionados por ella misma y por su equipo de des-gobierno. Lo cotidiano en nuestra ciudad es que el asfalto de nuestras calles esté cada día más deteriorado, convirtiendo las mismas en pistas de rally, sin que el equipo de Gobierno haga nada por remediarlo. Lo cotidiano es que las aceras en algunos barrios del centro sean una trampa para personas mayores y con movilidad reducida. Lo cotidiano es que las calles estén sucias. Lo cotidiano es que las empresas encuentren mil trabas y retrasos a la hora de obtener sus licencias y que además los frían a impuestos y tasas. Lo cotidiano es que en la zona centro, tanto en calles ZAS como en las que Pilar Zamora decidió que dejaran de serlo, cada vez sea más difícil conciliar el descanso vecinal con el ocio. Lo cotidiano es que este Ayuntamiento no haga nada por fomentar actividades alternativas al botellón. Lo cotidiano es que no se atienda y se quiten subvenciones a colectivos culturales como la Agrupación Musical (banda de música) y la Asociación de Cofradías, para dar esos recursos a otras organizaciones más afines ideológicamente al PSOE/GANEMOS/PODEMOS. Lo cotidiano es que la alcaldesa y los concejales no atiendan a los vecinos que les piden citas. Lo cotidiano es que nuestros hijos desarrollen sus actividades deportivas en pabellones sin calefacción. También es cotidiano que no se atienda a los colectivos que proponen actividades deportivas de calado en nuestra ciudad, actividades que conseguirían llenar los hoteles. Se está convirtiendo en algo cotidiano que ante cada solicitud del Grupo Popular para negociar algún tema de interés para la ciudad nos den la callada por respuesta y prefieran negociar con GANEMOS/PODEMOS. Caso sangrante es el de los presupuestos para 2018, que prefieren seguir humillándose ante la izquierda radical antes que sentarse a hablar con el Partido Popular. O en temas como el polígono SEPES que ni nos han dicho qué empresas están interesadas en instalarse en el mismo (si es que las hay) y tampoco nos han dado información sobre los tratado en la reunión del Pacto por el Empleo, desdeñando la ayuda ofrecida por el Grupo Popular. No se puede gobernar contra la mayoría de los vecinos. Ante toda esta cotidianeidad es ante lo que nos revelamos. Y encima nos pide que no tengamos la cara seria. Pues nada, alegría.
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