Seguimos consternados con los atentados de París. Porque ha sido en el corazón de Europa y también por su proximidad a España donde, por desgracia, sabemos bien lo que supone un atentado de estas características. Cuando aún quedan muchas investigaciones por hacer, lo que si parece claro es que los terroristas están entre nosotros. Quizá aún no hemos tenido que redactar el desesperado mensaje que envió el asediado Regimiento de infantería “Simancas”, cuando ordenó al crucero “Almirante Cervera”: “disparad sobre nosotros, el enemigo está dentro”. Pero que el enemigo está dentro es una obviedad. Y el enemigo en este caso se llama fanatismo en nombre de Alá (ese nombre invocan cuando aprietan el gatillo o el detonador), se llama yihadismo. Recientemente, el coordinador antiterrorista de la Unión Europea, el belga Gilles de Kerchove, ha advertido que “los movimientos yihadistas son mucho más fáciles en la ribera sur del mediterráneo que antes de la Primavera árabe”, al tiempo que ha defendido la necesidad de tipificar como delito en todos los países comunitarios el “entrenamiento pasivo” de potenciales yihadistas, entendiendo como tal, el hecho de que se formen o reciban instrucción para llevar a cabo la Yihad. En este sentido se puede decir que la llamada “primavera árabe” nos perjudicó y el propio Kerchove recordó que las autoridades de Túnez y de Egipto, salidas de esas revoluciones, desmantelaron los antiguos servicios de seguridad nacional, bajando la guardia de modo que, hoy por hoy, los desplazamientos de yihadistas son mucho más fáciles que con anterioridad a las revoluciones sociales acaecidas en la zona. Si bien es verdad que una política verdaderamente democrática y eficaz, también contribuye a la prevención del terrorismo.
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