De nuevo preparándonos para la fiesta cuando aún resuenan los ecos de la recientemente celebrada “Pandorga”. Una fiesta en la que su principal protagonista, el Pandorgo, expresó su deseo de que el año que tiene por delante como máximo representante de las tradiciones de Ciudad Real, sea también «un reconocimiento de la mujer manchega». Magnífica declaración de intenciones por parte del Pandorgo que fue muy bien recibida por todos los asistentes. Dichosos los pueblos y las gentes que reconocen la figura de la mujer en plano de igualdad con el hombre; son pueblos sabios que tienen garantizado el futuro, porque sin igualdad nos movemos en el ámbito de la incultura y la barbarie. Esta barbarie sigue presente en la actualidad con conflictos que cada día nos hielan la sangre y además de los actuales en este año 2014 también se cumplen 100 años del inicio de la Primera Guerra Mundial. Una guerra en la que las mujeres también hicieron su aportación y su sacrificio. Hace unos meses en una pequeña plaza de Bruselas me sorprendió una escultura en bronce que representaba a una mujer con actitud decidida. El texto de la dedicatoria decía: “A Gabrielle Petit, fusilada por los alemanes el primero de abril de 1916, y a la memoria de las mujeres belgas muertas por la patria”. En España también tenemos heroínas. Mujeres valientes y arrojadas que lucharon por sus ideales y por su patria. Hay un libro titulado Mujeres en el campo de batalla, de Alicia María de los Reyes García y María Victoria Santos de Martín Pinillos. En dicho libro, además de las ya muy conocidas María Pita, la Monja Alférez (con una vida novelesca donde las haya), Agustina de Aragón o la mismísima Isabel la Católica, llaman la atención historias como las de la llamada “Dama de Arintero”; me baso en un artículo del Diario de León para contar la historia de esta dama.
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