La violenta aparición, otra vez, del terrorismo yihadista en Europa, ha vuelto a suscitar encendidas polémicas que tienden a enfrentar el binomio seguridad-libertad, formado por dos conceptos de los que nadie discute su íntima conexión. Las polémicas han girado alrededor de si la una puede ser sin la otra, o si una es más importante que otra, básicamente. Así, mientras algunos se entretienen en juegos florales o en discusiones sobre si son galgos o podencos otros, los malos, se organizan para matarnos. Los atentados ocurridos en París el 7 de enero han puesto de manifiesto la amenaza que el terrorismo yihadista continúa suponiendo para el conjunto de Europa. Son numerosos los países europeos afectados por la actual movilización yihadista relacionada con el conflicto en Siria e Irak, así como con otras zonas de insurgencia yihadista o donde tienen su base organizaciones inmersas en la cada vez más extendida y diversificada urdimbre del terrorismo global. Ya el mismo 7 de enero Fernando Reinares, que es investigador principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano, publicaba en la edición digital de EL PAÍS un artículo esclarecedor en el que alerta de que ninguna sociedad occidental está exenta de esta nueva amenaza terrorista. Frente a los cortos de miras que piensan que el atentado contra Charlie Hebdo, lo es sólo contra la libertad de prensa o de expresión, sostiene que se trata de un atentado contra la fibra misma de las sociedades libres y abiertas. Como conclusión de su artículo mantiene que, “ante un desafío de semejante magnitud, a corto plazo no cabe sino reforzar y actualizar las capacidades estatales de inteligencia y actuación policial, proteger infraestructuras críticas, adecuar el tratamiento jurídico a las vicisitudes de un fenómeno cambiante, reforzar los mecanismos de cooperación bilateral y multilateral, favorecer iniciativas legítimas de la comunidad internacional en regiones que son foco de terrorismo global y asegurar la resiliencia de nuestras sociedades abiertas ante lo peor”. Algunos, los de siempre, ya se han rasgado las vestiduras cuando han oído hablar de eso de adecuar el tratamiento jurídico ante este fenómeno cambiante temerosos, según ellos, de perder parte de “sus” libertades.
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