Hace unos días asistí a la presentación de un libro y pude escuchar interesantes reflexiones sobre las Fuerzas Armadas y su misión en la sociedad. El autor, el general de división Jorge Ortega, recoge en el libro una frase del célebre general francés del Arma de Caballería, Yves de Kermabon, quien sostenía lo siguiente: “un soldado es un soldado. No somos soldados de la paz, somos soldados”. Una frase que sacada de contexto podría hacer correr ríos de tinta en España, no así en Francia donde tienen asumida desde hace siglos la importancia del Ejército y cuyo presupuesto en Defensa es cinco veces mayor que el de España. La casualidad quiso que ese mismo día el Jefe del Estado Mayor del Ejército, general Domínguez Buj, interviniese en una conferencia en la que pronunció una serie de obviedades de carácter histórico y jurídico y que han sido suficientes para que algunos de epidermis fina hayan clamado pidiendo la cabeza, en sentido figurado, no sólo del general, sino del ministro si me apuran. ¿Y qué cosa tan grave dijo el general? Pues dijo, ni más ni menos, refiriéndose a la pérdida de las colonias en 1898, que cuando la metrópoli se hace débil, es cuando el imperio cae. Obvio, vayan a los libros de historia. De ahí algunos han querido sacar leche de una alcuza, como decimos por La Mancha, y han pedido aclaraciones al ministro Morenés quien, tras hablar con el general, ha ratificado la confianza que tiene en él, como jefe del Ejército de Tierra. También dijo otra cosa gravísima para la progresía. Dijo que el Ejército está a las órdenes del Gobierno. Lo normal, digo yo. Esto será así al menos mientras el artículo 97 de la Constitución diga lo que dice: “El Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado”.
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