No termina de hacerme gracia el hecho de ir invitado a un sitio y que una vez allí alguien a quien tu respetas e incluso admiras, como es el caso de Julia Gutiérrez Caba, se permita pasar el límite de lo permitido y en su alocución ofenda a los “políticos” en general y sin posibilidad de defensa alguna porque está en el uso de la palabra y además cierra el acto. Quizá no fue para tanto, es verdad que he oído cosas peores, pero cuando alguien dice que los políticos “lo invaden todo”, a mi no me sienta bien. Lo asumo con deportividad como cuando el árbitro escucha los insultos, pero no me sienta bien. Si no es por lo dicho, sino por el “rintintín” con que lo dicen. Nada, uno que es así de tiquismiquis y cada vez, será por la edad, aguanto menos tonterías. Además la política y el arte por suerte o por desgracia siempre han estado relacionados. Fue ya Aristóteles el que definió la política como una función arquitectónica y según Valéry la arquitectura es el arte creador por excelencia “por ser la única que modifica la naturaleza”. Sin duda la política, al igual que la arquitectura, se realiza con materiales dados, atendiendo a la disponibilidad de los mismos y a sus condicionamientos, e igual que la arquitectura debe atender a levantar las paredes maestras del edificio en vez de perderse en los detalles de la fachada. Estarán conmigo en que es más importante examinar los contrafuertes que los elementos decorativos y por eso, y llámenme iluso, sigo pensando que la política es una de las actividades más nobles y una de las experiencias más apasionantes con que una persona puede enfrentarse en su vida.
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