the-bering-seaPensar globalmente o tener una visión estratégica de los asuntos es una cualidad que muy pocas personas poseen. Suele pasar que ese tipo de personas, líderes en sus respectivos campos de actuación, chocan con los prejuicios de la mayoría cuando exponen su idea ya que ésta, a priori, parece extravagante o descabellada. A lo largo de la historia existen ejemplos extraordinarios de hechos que no se habrían producido de no haber mediado la voluntad firme y decidida de este tipo de personas, con una inteligencia preclara y una visión a largo plazo. Hechos que no se habrían producido de no ser por esas personas que encuentran oportunidades y retos que los demás no ven y que son capaces de poner los medios para llevarlos a cabo. El Descubrimiento de América por Cristóbal Colón es un ejemplo paradigmático. Pero hay otro caso que quizá en España es menos conocido y que pese a haberse producido en 1867 tiene trascendencia incluso en la actualidad. Se trata de la compra del territorio de Alaska a la Rusia zarista por parte del Gobierno de Estados Unidos, entonces presidido por su presidente número diecisiete, Andrew Johnson. El actor principal de la operación fue su Secretario de Estado, William H. Seward, que ideó una operación de una importancia estratégica vital y que sin embargo no fue bien acogida por la prensa y la opinión pública estadounidense en su momento.

Lo cierto y verdad es que tras unas ligeras negociaciones, Rusia vendió el territorio de Alaska a los Estados Unidos por la irrisoria cantidad de 7.200.000 dólares. Esta cantidad, actualizada con la inflación, quedaría en 91 millones de dólares de 2005, unos 60 millones de euros. Aparentemente fue un buen negocio para ambas partes ya que Rusia se capitalizaba tras la Guerra de Crimea y se despreocupaba de un terreno baldío, difícil de colonizar y que apetecían los británicos asentados en el actual Canadá. Por otro lado y por un módico precio, los Estados Unidos cortaban el paso hacia Rusia y el Estrecho de Bering a los británicos ya que la expansión hacia el norte de la Columbia Británica, actual Canadá, era un paso lógico que éstos darían tarde o temprano. Pero como decimos, la operación no fue entendida en los EE.UU. y sólo cuando ocho años después de morir Seward se descubrieron importantísimos yacimientos de oro, se dejó de hablar de la “locura de Seward”. Años después se descubrieron importantes bolsas de petróleo con lo que la operación dejó de cuestionarse definitivamente. Hoy sabemos que el Ártico contiene el 25% de las reservas de hidrocarburos del planeta. En la actualidad y fruto del llamado “cambio climático”, la cuestión está de plena actualidad ya que el calentamiento climático hará posible utilizar permanentemente dos rutas marítimas que en la actualidad sólo están disponibles durante poco más de un mes al año: la ruta del Mar del Norte y el paso del Noroeste, que atraviesa el archipiélago ártico por el Estrecho de Bering y que según ejemplo extraído del “Atlas Geopolítico” de Le Monde Diplomatique, permitiría reducir el trayecto Tokio-Ámsterdam hasta los 15.500 kilómetros, frente a los 23.000 actuales si se pasa por el canal de Panamá o los 21.000 si el paso es por el canal de Suez, permitiendo una clara reducción de distancias y de costes. Pero, con ser importante lo relatado anteriormente, lo más importante de esta operación de compra tiene que ver con las cuestiones geopolíticas y geoestratégicas ya que a nadie se le escapa el hecho de que gracias a ello, los Estados Unidos y Rusia están separados sólo por el Estrecho de Bering, o lo que es lo mismo, Estados Unidos y Rusia están a 82 kilómetros una de la otra. Este territorio jugó un papel fundamental durante la Segunda Guerra Mundial, durante la Guerra Fría y lo seguirá jugando como vemos en el nuevo orden económico mundial que llegará si ese calentamiento climático persiste y el casquete glaciar continúa reduciéndose.

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Written by Miguel Angel Rodríguez
He sido muchas cosas, ahora solo un ciudadano de a pie que expresa su opinión sobre los asuntos de su interés, que son variados. Si no os gusta lo que leéis podéis seguir circulando. Sin acritud. Per aspera ad astra.