Durante el pasado fin de semana el Partido Popular ha celebrado su convención. El primer gran evento de un año, 2019, que será importante desde el punto de vista electoral. También será un año importante para nuestro partido porque es el año en el que se cumplen 30 años desde la refundación, en enero de 1989, bajo la presidencia de nuestro fundador Manuel Fraga.
En estas tres décadas de historia el PP ha contribuido decisivamente al progreso de España, especialmente en los dos períodos en los que hemos gobernado con Aznar y con Rajoy. Han sido los Gobiernos del Partido Popular los que han cumplido la misión de continuar y mejorar la historia de España. Los que han saneado la economía en los peores momentos de la crisis porque así nos lo demandaban los españoles. Pero 30 años es mucho tiempo, y en esos 30 años también ha habido momentos en los que los afiliados hemos sentido vergüenza por el comportamiento de unos pocos, que afortunadamente hace mucho tiempo que ya no están en el PP. Estos comportamientos, que se han dado en parte de la clase política, pueden haber ayudado a que en estos momentos se esté cuestionando la Transición. En una carta que el presidente Casado nos envió a los afiliados unas horas antes del inicio de la convención, dice textualmente: “La fractura y la polarización, las divisiones, la falta de experiencias de vida compartidas, y también acontecimientos que desbordan claramente nuestras fronteras, están llevando a nuestro país a un proceso inverso al que protagonizamos durante nuestra Transición, un proceso que es necesario detener y revertir”. Y nuestra convención ha servido para esto. Más que un acto interno ha sido el inicio del rearme ideológico de un partido que siempre ha sabido interpretar las necesidades de los españoles y darles solución. Cuando peor ha estado la cosa es cuando los españoles volvían la mirada hacia el Partido Popular. Hemos sabido dar estabilidad y crecimiento cuando ha hecho falta y lo seguiremos haciendo. Y para eso no podemos despistarnos ni enredarnos con populismos, radicalismos o nacionalismos. Vamos a trabajar para que los españoles no voten por descarte. Queremos que el voto vuelva a ser un voto por convicción, ilusionado, no defensivo ni resignado. Somos un partido de centroderecha porque así se recoge en nuestros estatutos. En esa misma carta Casado reconoce que: “Somos deudores de la tradición liberal-conservadora, reformista y moderada, que ha demostrado ser el mejor camino hacia el progreso de las sociedades. No queremos romper sino reformar para reafirmar. Estamos alejados de propuestas y actitudes abruptas, destinadas a quebrar imprudentemente la continuidad política de la democracia de 1978, y de aquellas que quieren para Europa saltos en el vacío alejados de los principios que expresan la mejor tradición de la Unión”.
Estas recetas no solo sirven para España, sino que también sirven para Castilla-La Mancha y para Ciudad Real. El Partido Popular vuelve a estar preparado para ser la mejor alternativa allá donde no gobernamos. La convención ha servido para poner en marcha la maquinaria que producirá los bienes que necesitamos, también en Ciudad Real que ha perdido cuatro años.
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