A estas alturas decir que “lo de Sánchez” raya lo patológico, no puede sorprender a nadie. Durante el tiempo que lleva ejerciendo como presidente del Gobierno ha dado muestras de sobra de no tener el más mínimo escrúpulo moral a la hora de pactar con quien sea y de claudicar lo que sea con tal de seguir en La Moncloa.
Resistir es su lema, como sea y a costa de lo que sea. Y en ese “como sea y a costa de lo que sea” se incluye el hacer todo tipo de concesiones a sus socios catalanes, unos socios insaciables amén de enemigos de España, que es lo mismo que decir enemigos de lo que debería ser y representar un presidente del Gobierno.
La próxima afrenta a España y a los españoles será el anunciado indulto a los políticos golpistas catalanes, unos políticos condenados por la justicia por la comisión de graves delitos y a los que aún les queda un importante porcentaje de la pena por cumplir.
Ahora el Gobierno y sus terminales mediáticos están empeñados en plantear la cuestión como un asunto relativo al perdón y a la reconciliación. Tengo que empezar diciendo que el perdón no es un concepto jurídico, sino moral. En este sentido plantean la cuestión del perdón desde una dimensión social, para entenderlo como un proceso de reconciliación, pero deberían saber que ese perdón entendido así se trata de una experiencia que compete a cada individuo, por lo que la elección de condonar el daño compete solo a la víctima. Aquí las víctimas somos todos los españoles, por lo que el Gobierno no puede conceder un perdón que no le compete. Yo no les perdono.
Pero igual Sánchez no está pensando en el perdón desde el punto de vista moral, sino desde el punto de vista cristiano. Si es así casi me pilla. Resulta que el perdonar no es optativo para los cristianos, es una obligación. De hecho la oración cristiana por excelencia, el Padrenuestro, lo deja meridianamente claro. Tenemos que perdonar a los que nos ofenden, eso si, tienen que seguir cumplido su condena si han infringido la ley.
Hay una tercera dimensión que quizá se le pueda acomodar más al personaje de Sánchez. La dimensión que supone el pensar que tiene poder sobre vidas y haciendas. Me viene a la cabeza la escena de la película “La lista de Schindler”, en la que el protagonista trata de convencer a Amon Goeth, comandante nazi del campo de exterminio, de que la auténtica autoridad es la del gobernante que, pudiendo castigar,perdona. A raíz de esa conversación cuando tiene en la mirilla de su rifle a un infeliz y opta por no disparar Amon se siente como un emperador romano levantando el pulgar en el Coliseo. Es verdad que las ganas de perdonar le duraron menos que a nuestro Gobierno, que tiene el ánimo bien dispuesto.
Si hablamos de indulto, que no de perdón, porque indulto es lo que recogen nuestras leyes, las condiciones para que se puedan conceder no se dan. Para que pueda haber indulto el reo debe estar arrepentido, y en este caso no solo no lo están, sino que amenazan con volver a incumplir la ley. Además no se puede dar de forma colectiva, eso sería una amnistía, y el Gobierno está dispuesto a conceder ese indulto de forma colectiva a todos los implicados.
En definitiva, que en esta cuestión el Gobierno se vuelve a poner enfrente de la gran mayoría de la sociedad española solo por mantener el cargo y a costa de seguir dilapidando el poco prestigio que le pueda quedar a las instituciones españolas vapuleadas por Sánchez.
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