En las numerosas alocuciones públicas del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para informar sobre su gestión de la crisis del coronavirus, frecuentemente ha usado términos bélicos para referirse a la lucha contra la pandemia. Así, en una de esas apariciones a mediados de abril, mencionó hasta en ocho ocasiones la palabra “guerra” con el fin de hacer un llamamiento al PP para que contribuya a la “posguerra”, es decir, a la reconstrucción de la España posterior al paso de la pandemia. Ese discurso abundó en términos como “batalla”, “victoria”, “frente”, “armas”, “enemigo” o “primera línea”. La factoría de Iván Redondo debió pensar que así los españoles seríamos conscientes de la gravedad de la situación y de la actitud de un PP entregado al enemigo, según ellos. La historia de España, como la de Europa, se puede contar a través de sus guerras. Yo me quiero detener en un conflicto poco conocido con batallas crueles que pueden servirle a Pedro Sánchez para seguir equiparando la lucha contra el virus con las grandes batallas españolas. Espero que también acepte las consecuencias de esas batallas. Porque las grandes derrotas suelen tener graves consecuencias.
Precisamente dentro de pocas semanas se cumplirán 99 años del desastre de Annual. La batalla en torno a Annual y a sus distintas posiciones ocasionó alrededor de 14.000 muertos en pocos días y se considera la batalla con más bajas de la historia del Ejército español en el último siglo. Alguien me podría decir que la batalla del Ebro, durante la última Guerra Civil, contó con más víctimas, pero la batalla del Ebro fue un conjunto de operaciones, de ataques y contraataques durante más de cuatro meses desde julio a noviembre de 1938, más que una batalla propiamente dicha. Pues bien, si damos por buena la cifra de 14.000 víctimas en Annual, a día de hoy las víctimas oficiales del coronavirus ya casi duplican esa cifra. La derrota de Annual se investigó y provocó un tsunami en la vida política del momento. Como siempre, los enemigos internos de España quisieron pescar en río revuelto. El partido comunista, recién incorporado a la lucha política, convocó Huelga General y movilizaciones en las que se lanzaban octavillas con lemas tan diáfanos como; “Al grito de ¡Abajo la guerra de Marruecos y Viva la guerra civil contra los opresores!, volved vuestros fusiles contra los asesinos que nos gobiernan”, añadiendo “vivan nuestros hermanos los rifeños”. Y así siguen a día de hoy. Todo este cataclismo culminó con el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera que estableció un Directorio Militar y dio carpetazo al asunto de las responsabilidades de Annual.
Volviendo al tema, si se investigó un conflicto que ocasionó 14.000 muertos, dando lugar al “Expediente Picasso”, ¿Cómo no vamos a investigar una batalla, según la terminología de Pedro Sánchez, que ya nos ha costado casi el doble de vidas? En Annual murieron miles de jóvenes de pocos recursos económicos que se encontraban realizando el servicio militar obligatorio, que con la Ley de Reclutamiento entonces vigente, la de 1912, contaba con un periodo de servicio activo de 3 años de duración. Pero también murió parte de la flor y nata de la oficialidad de nuestro Ejército. Allí, cerca de Melilla, miles de españoles perdieron sus vidas por el tiro de un fusil máuser o bajo la furia del acero rifeño. Jóvenes que fueron enviados a luchar mal pertrechados e insuficientemente entrenados. Como nuestros sanitarios actuales. El miedo propició algún acto de cobardía pero fueron más los hechos heroicos, como las cargas a caballo sable en mano del Regimiento de Caballería “Alcántara” para proteger la retirada de sus hermanos de armas, y que fue prácticamente aniquilado por un enemigo superior. Esa lucha cuerpo a cuerpo también se ha vivido en nuestros hospitales y residencias de mayores. Así que sr. presidente sí, es una guerra, una guerra que habrá que investigar y depurar responsabilidades sobre su gestión y la de su Gobierno. Y desde luego la posguerra no la puede liderar usted.
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