Hoy es lunes y como cada semana tienen ante sus ojos estas reflexiones que no van a recoger el resultado de las elecciones de ayer, resultado que a buen seguro ya conocen ustedes. Y no recojo los resultados porque cuando esto escribo es sábado y aún no se ha llevado a cabo el proceso electoral. Así que aquí me tienen ejerciendo de adivino en una jornada de reflexión en la que para muchos indecisos, a decir de las encuestas, les toca decidir su voto. Si las encuestas han acertado habrá ganado Sánchez. Eso es lo que han venido vaticinando todas, desde las más increíbles como el CIS, hasta las más favorables a los intereses populares. Durante las próximas semanas Sánchez se afanará en buscar aliados para la toma de posesión y si le sale la suma con la izquierda, los independentistas y los nacionalistas de todo tipo y condición, habrá gobierno. Un gobierno muy peligroso para España (ya lo verán caso de producirse) y que se sentirá legitimado por las urnas para tomar cualquier decisión, entre ellas llevar a cabo un referéndum en Cataluña. Los españoles de Cataluña o los catalanes de España, como le gusta decir a Cayetana Álvarez de Toledo se quedarán abandonados a su suerte.
Si sucede así y finalmente gana Sánchez, el centro derecha respetará la decisión como ha hecho siempre. En cambio si gana el Partido Popular y tras las pertinentes negociaciones con todos los partidos que crean en la unidad de España y en su indivisibilidad, se formará un gobierno de Pablo Casado. Y la izquierda, como siempre hace, no respetará la decisión. Ya lo vimos en Andalucía cómo tras décadas de socialismo desde el minuto uno los radicales salieron a la calle para intentar amedrentar a la sociedad y para generar altercados, desórdenes y disturbios por el hecho de perder algo que creían suyo y por intentar subvertir el voto y la voluntad de muchas miles de personas. Aunque a decir verdad si hay que elegir entre la tranquilidad y que gobierne Sánchez o algunas algaradas callejeras y que gobierne Casado, me quedo con esta segunda opción.
Y tras las elecciones generales y casi sin solución de continuidad, llegan las municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo. Aunque no estemos en campaña de forma oficial a nadie se le escapa que la campaña electoral es continua. Pasamos de suspirar por un cambio en España a suspirar por un cambio en Castilla-La Mancha. Y utilizo suspirar y no otro verbo cualquiera como anhelar, ansiar o esperar porque según mi docto amigo el profesor Jerónimo Anaya, los suspiros son señal de buena suerte. Se ampara en el “Quijote” e incluso en el “Libro de Buen Amor” para llegar a esta conclusión y yo, que no quiero contradecirle, suspiro porque en España gobierne Casado y porque en Castilla-La Mancha gobierne Paco Núñez. Es el Partido Popular el único que puede devolver la esperanza a los españoles, como siempre ha hecho.
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