Los dirigentes catalanes nunca se han caracterizado por la mesura precisamente. Ya durante la Guerra de Sucesión española eligieron el bando equivocado al no apostar por el que a la postre sería Felipe V de España. Como el resto de España, Cataluña se vio inmersa en un conflicto dinástico tras la muerte sin descendencia de Carlos II. Un conflicto que desencadenó una guerra civil entre los partidarios de los borbones, principalmente en la Corona de Castilla, frente a los austracistas, mayoritarios en la Corona de Aragón. No es que los catalanes quisieran ser independientes. Lo que querían es que su rey y el de toda España fuera el archiduque Carlos de Habsburgo, en vez de Felipe de Anjou. Así de fácil y así de crudo. A partir de aquí el independentismo ha querido fabricar un mito. Un mito tamizado por otras conductas poco edificantes de los dirigentes catalanes, como cuando se sublevaron en 1934 contra el Gobierno de la República y proclamaron el “Estat Catalá”. Si, si, se sublevaron contra la República. Por eso me dan ganas de llorar cuando veo a algunos jóvenes independentistas, probablemente analfabetos funcionales, enarbolar la bandera estelada independentista junto a la bandera tricolor de la II República. Allá ellos con su enchilada mental. Pero volviendo a lo anterior. Ni siquiera toda Cataluña era partidaria de Carlos de Austria. Hubo una Cataluña borbónica (Cervera, Berga, Manlleu…), como también hubo un Aragón y una Valencia borbónicas. Es lo que pasa en las guerras civiles, que los contornos no están claros y simplificar complica más las cosas. Pues a partir de esos hechos de 1714, unidos a la mitificación de la proclamación del Estado Catalán de Companys en el 34, hacen que varias generaciones de catalanes se hayan creído el cuento de que en el resto de España nos levantamos todos los días pensando en como fastidiarlos a ellos. Como los demás no tenemos problemas nos dedicamos a incordiar a los pobres catalanes. Madre mía de Montserrat que afán de victimismo y que manera de mirarse el ombligo permanentemente que tiene esta gente. Y por si faltara para el duro, desde 2015 hasta la actualidad tenemos a PODEMOS en toda España dando la tabarra y contando a cada uno lo que quiere escuchar. Y así en Madrid “pablemos” dice que es un patriota y en Cataluña dice que lo suyo es votar. Y no es que tenga un cacao mental, es que son malos y felones y quieren destruir España. Por eso no se entiende que otros políticos que juraron o prometieron defender la Constitución tengan una postura tan tibia. Si es porque creen que apoyando al Gobierno se debilitan, se equivocan. Apoyando al Gobierno y a la acción del Estado en Cataluña salen reforzados.
Ahora que en Cataluña se cuestiona todo lo español, no se entienden posturas ambiguas como la de la alcaldesa de Ciudad Real en el tema de la bandera de España. O si se entienden, si de lo que se trata es de mantener el sillón cuando sabe que depende de PODEMOS para seguir calentando la silla. No solo apoyo a mi gobierno en las trascendentales decisiones que está tomando y en las que aún le quedan por tomar, sino que quiero mandar un fuerte abrazo a la Policía Nacional y a la Guardia Civil de Cataluña y de toda España, porque ellos en última instancia son los que tendrán que garantizar que España siga siendo la Patria común e indivisible que proclama el artículo 2 de la Constitución Española de 1978.
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