Ya dejé escrito en este mismo medio hace tres años, que hay determinados sucesos o hechos históricos que marcan el devenir de un territorio y que, si el acontecimiento es históricamente relevante, pueden llegar a ocultar o a velar para la historia los años anteriores a ese acontecimiento en cuestión. Algo así sucede con el emplazamiento de Alarcos, que todos sabemos lo que aconteció tras la derrota de las huestes cristianas en 1195, pero que pocos saben lo acaecido antes de esa fecha e incluso quién lo pobló y de qué modo. En la actualidad, gracias a la labor de investigación de nuestra Universidad regional y a sus campañas de excavación anuales, sabemos mucho más sobre el origen de Alarcos. Hoy sabemos que la historia del cerro de Alarcos es muy anterior al reinado de Alfonso VI y que debemos remontarnos algo más de 2.800 años para empezar a hablar de sus primeros moradores. No podemos dejar que ese periodo tan importante de nuestra historia pase inadvertido y como ciudadrealeños tenemos el deber de conocerlo, aunque sólo sea a modo de pequeño homenaje a esos primeros moradores. Porque también somos deudos y herederos de esas primeras poblaciones que de manera estable y continuada ocuparon y edificaron viviendas en el cerro de Alarcos, ya durante la Edad del Bronce, y que a través de las interacciones y las influencias recibidas de pueblos orientales, sobre todo fenicios y griegos, posibilitó que se configurase una nueva cultura: la ibérica. Gracias a esas campañas de excavaciones se ha ido recomponiendo el puzzle de nuestra historia más antigua. Pese a que son casi treinta años de excavaciones anuales, podemos decir que Alarcos y por extensión el término de Ciudad Real tiene una historia de ocupaciones humanas que se remontan a miles de años y a día de hoy solo conocemos una mínima parte. Por ello Alarcos debe seguir estudiándose y siendo la referencia del inicio de la historia y origen de Ciudad Real, una ciudad y unas tierras que mucho antes de 1255 ya habían acumulado una esplendorosa historia forjada con el trabajo, el sudor y la sangre de miles de antepasados nuestros.
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