Escribía hace apenas un año que había llegado el momento de bajar los impuestos. Soy un firme defensor de la famosa frase de Sir Winston Churchill en la que decía que «Una nación que intente prosperar a base de impuestos es como un hombre con los pies en un cubo tratando de levantarse tirando del asa». Se puede estar más o menos de acuerdo pero no es menos cierto que, a veces, las circunstancias sobrevenidas, léase grave crisis internacional con componentes internos, hacen que algunas subidas de los mismos sean inevitables. Esos componentes internos pueden ser, por ejemplo, que un gobierno saliente te diga que te deja un déficit del 6% cuando en realidad era del 9%. O que no te diga que tienes facturas por casi 10.000 millones de euros sin pagar. Esto no es ficción, es lo que pasó en España cuando el Gobierno de Mariano Rajoy ganó las elecciones y lo que se encontró Cospedal en Castilla-La Mancha. Se trata de situaciones que hacen que un gobierno se tenga que replantear sus prioridades para evitar el colapso económico, financiero y social del país. Ahora, casi cuatro años después, la situación es infinitamente mejor. La crisis se va desvaneciendo y es posible bajar los impuestos. El Gobierno de Rajoy, el de Cospedal y el de la mayoría de los gobiernos locales en los que gobernaba el Partido Popular, empezó ya en 2014 a bajar los impuestos para 2015. Esto unido a la devolución de la paga extra suprimida a los funcionarios, algo que no hizo el PSOE con el 5% de media que quitó a los funcionarios, hace que el Partido Popular sea un partido creíble y solvente desde el punto de vista económico.
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