Cuando se habla de Torremolinos se nos viene a la mente el turismo de sol y playa. También inevitable pensar en esas míticas películas del cine español como “Objetivo Bikini”, “Manolo La nuit”, “el abominable hombre de la Costa del Sol” y tantas y tantas otras de los inefables Landa, López Vázquez y compañía. Películas en las que Torremolinos es el escenario ideal de arena, mar y “suecas”. Pero aprovechando el final de las vacaciones os quiero presentar un lugar que seguramente algunos no conoceréis y que a mi me ha sorprendido. Se trata del parque de La Batería, ubicado en Torremolinos, en el corazón de la Costa del Sol. Está situado en la zona norte de Montemar, en un espacio que previamente ocupaba una batería defensiva de costa, de la cual toma su nombre. Tiene una superficie aproximada de 74.000 m², articulados a través de una red de senderos irregulares que separan las zonas del parque. En el centro figura un gran lago artificial de unos 9.000 m², suministrado mediante un caudal natural permanente situado bajo un aparcamiento cercano, y que sirve al mismo tiempo para regar las zonas ajardinadas. Además, el lago es navegable para embarcaciones de paseo, que se pueden alquilar en el mismo parque. Muy recomendable para ir con la familia.
Lo más llamativo del parque, para mí, es que la antigua infraestructura defensiva ha sido rehabilitada, de manera que los tres emplazamientos artilleros se pueden visitar. Se conservan algunos cañones y dos búnkers subterráneos desde donde se suministraban proyectiles a la dirección de tiro ubicada en el acantilado. Lamentablemente los búnkers, corredores fortificados y el puesto de mando no están abiertos al público, aunque a través de la reja se puede ver su excelente conservación. La Batería de Costa de Torremolinos contaba con tres emplazamientos para cañones, construídos en 1937 en hormigón armado, con un grosor de paredes y techos de hasta dos metros. Los cañones son “Schneider” del “quince y medio”. Un cañón de 155/13 mm modelo de 1917 que se fabricó bajo licencia de la casa francesa Schneider en la Fábrica Nacional de Armas de Trubia (Asturias), así como en La Carraca en San Fernando (Cádiz), por la Sociedad Española de Construcción Naval, declarándose reglamentario para los regimientos de Artillería españoles en 1922. Se trataba de un cañón móvil de tracción hipomóvil, con un peso de 3.300 Kg, una longitud de 6,13 metros y un alcance de 11.500 metros. Además de las piezas artilleras proyectadas por Sotomayor, Argüelles y Munaiz, por ahorro de costes se decidió fabricar en España bajo licencia otras piezas artilleras como las situadas en el Parque de la Batería. La industria de defensa de entonces se movía por criterios económicos, igual que ahora, pero también se movía por lo que podíamos llamar “modas”. Parece que la moda de entonces respecto del material se centraba en la pieza de tiro rápido que produjo fuertes discusiones, incluso en las Cortes, llegándose a la conclusión de la compra del cañón de 75 mm Schneider, del que se adquirieron 200 piezas y la patente para su fabricación en España.
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