6 de julio, víspera de San Fermín, y en Castilla-La Mancha ya tenemos nuevo presidente. Aunque cuando escribo estas líneas aún no se conoce el nuevo Gobierno, quizá cuando usted lo lea si se conozca. El nuevo presidente se estrenó tras su investidura asistiendo al evento cultural de nuestra tierra por excelencia, el Festival de Teatro de Almagro. Y recordaba yo la primera vez que la presidenta Cospedal vino a inaugurar el festival, recién nombrada presidenta, y la que le montaron los amigos de García-Page. Sin haber tomado aún ninguna decisión de calado, sólo por el hecho de ser la presidenta que los castellano-manchegos eligieron en las urnas, los amigos de García-Page decidieron que había que dar ruido en la calle. Había una diferencia clara entre ambos: Una, Cospedal, había ganado las elecciones con toda la maquinaria socialista en contra. Otro, Page, no las ha ganado y en cambio es presidente. Un artista. Ya dejé escrito que la política y el arte, por suerte o por desgracia, siempre han estado relacionados. Fue Aristóteles el que definió la política como una función arquitectónica y según Valéry la arquitectura es el arte creador por excelencia “por ser la única que modifica la naturaleza”. Sin duda la política, al igual que la arquitectura, se realiza con materiales dados, atendiendo a la disponibilidad de los mismos y a sus condicionamientos, e igual que la arquitectura debe atender a levantar las paredes maestras del edificio, en vez de perderse en los detalles de la fachada. Estarán conmigo en que es más importante examinar los contrafuertes que los elementos decorativos.
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