Tal día como hoy de hace 225 años, un 14 de julio de 1789, los ciudadanos de París (Francia) asaltaban la fortaleza de la Bastilla, prisión estatal convertida en símbolo del absolutismo. Tras duros y cruentos combates, la Bastilla cae a manos de los insurrectos. Se libera a los prisioneros allí encarcelados y se desarma a los guardianes que se han rendido. La población retiene a la familia real en el palacio de las Tullerías. Su caída en manos de los revolucionarios parisinos supuso simbólicamente el fin del Antiguo Régimen y el punto inicial de la Revolución francesa. Lo que vino después fue la guillotina y el terror revolucionario pero esa es otra historia. Quizá esta introducción no tenga mucho que ver con el artículo de hoy. No se por qué al pensar en el 14 de julio mi mente ha volado hacia algunos iluminados de la política actual que añoran esa etapa revolucionaria e incluso sus métodos de “afeitado” con cuchilla y que, cuando lo proclaman, les parece lo más normal del mundo. En España y en Castilla-La Mancha también hemos hecho una revolución incruenta. Un cambio brusco en el ámbito económico que ha supuesto un gran esfuerzo por parte de todos, pero que está consiguiendo mejorar la situación de las familias para conseguir la total recuperación económica de España. Una revolución pacífica basada en la austeridad y el rigor que ha conseguido dar la vuelta a la situación como a un calcetín, con unos resultados visibles en la bajada del paro y el incremento de cotizantes a la Seguridad Social.
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