Aunque llevamos algún tiempo oyendo hablar de las próximas elecciones al Parlamento Europeo, será el próximo 9 de mayo cuando se inicie oficialmente la campaña electoral. Unas elecciones en las que según todos los sondeos el enemigo a batir será la abstención. A pesar de que el Parlamento Europeo es la institución parlamentaria que en la Unión Europea (UE) representa directamente a los ciudadanos de la Unión, que junto con la Comisión Europea y el Consejo de la Unión Europea ejerce la función legislativa y que es la única institución de la UE que se elige directamente por los ciudadanos, ello no impide que cada vez que llega el momento de las elecciones tengamos que hablar de una alta abstención. De hecho la participación en las elecciones europeas ha caído consecutivamente en cada votación desde 1979 (fecha desde las primeras elecciones), y ha estado por debajo del 50% desde 1999. En las últimas elecciones de 2009, el porcentaje de votantes se situó de media en el 43% de los ciudadanos europeos con derecho a voto, oscilando entre el 90% en Estados miembros como Luxemburgo y Bélgica (donde el voto es obligatorio) y el 20% en Eslovaquia. La participación fue inferior al 50% en 18 de los 27 Estados miembros, entre ellos España.
Por lo tanto el fenómeno de la abstención no es nuevo aunque no por ello es deseable. En esta línea, algún medio de comunicación español titulaba hace algunos días con un llamativo “Ganará la abstención” y el propio candidato del Partido Popular Miguel Arias Cañete ha señalado en alguna entrevista que le preocupa más la abstención que la señora Valenciano, candidata del PSOE.
Hace algunos años, en una visita al Parlamento de Estrasburgo un veterano parlamentario europeo español me contaba una divertida anécdota en relación al cambio operado en cuanto al volumen de trabajo y de competencias del parlamento. Tras la adhesión de España y Portugal a la entonces Comunidad Económica Europea en 1986 las primeras elecciones al Parlamento Europeo en España tuvieron lugar en 1987. Los primeros parlamentarios españoles que llegaron a Bruselas y Estrasburgo tomaron posesión de sus escaños y se repartió el trabajo. Pasaron varios meses hasta que un día estando en su despacho empezó a oír un ruido extraño, un ruido que no había escuchado antes. Miró hacia el lugar del que provenía y se trataba del FAX que estaba expulsando un documento.
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