No es la primera vez que en esta sección escribo sobre Cataluña. Y no es la primera vez porque por desgracia son ya bastantes meses los que venimos arrastrando esta infumable salmodia nacionalista sobre la independencia o la secesión. Y utilizo salmodia en su acepción de cosa molesta e insistente que me parece más prudente que otros calificativos que se me ocurren para este asunto. En esta cuestión, el año 2014 ha comenzado exactamente igual que finalizó 2013. Con los dirigentes catalanes empeñados en realizar su consulta y el presidente Rajoy empeñado en hacer cumplir la ley y que esta consulta ilegal no se lleve a cabo. También durante estos días he recibido en mi despacho un ejemplar de un libro lujosamente editado, acompañado de un DVD, donde se relatan aspectos de la historia de una «nación milenaria», la Guerra de Sucesión de 1714 que «acabó con las instituciones catalanas», los 300 años de «entendimiento imposible» entre Cataluña y España, y el «horizonte 2014, el futuro que quiere decidir el pueblo catalán». Un libro del que se han editado nada menos que la friolera de diez mil ejemplares y que a la vista de lo que he escrito anteriormente sólo contiene mentiras y falsedades sobre la historia de España. Además dicen que se ha financiado a través de generosos óbolos de catalanes separatistas, cosa que dudo bastante. Lo único que satisface mi ego es que la carta que lo acompaña dice que se ha enviado a las 10.000 personas más influyentes del mundo, léase Obama, Merkel, yo…. Bromas aparte, la posición del Partido Popular en este asunto no puede ser más clara: España no se va a romper. Si hablamos de cifras, el pasado jueves el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, avanzó en Onda Cero los datos que maneja el Gobierno sobre el coste que supondría para Cataluña la secesión de España, según destacan al día siguiente ABC y LA RAZÓN. Cataluña se encontraría con una deuda de 50.000 millones, sin acceso al Banco Central Europeo y al Fondo Monetario Internacional y los catalanes serían entre un 25% y un 30% más pobres, según el ministro. En lo que se refiere al orden internacional, una Cataluña independiente se situaría en un «limbo jurídico», afirmó Margallo, quien dudó de que «hubiese muchos países fuera de la UE que reconociesen un Estado que nace con una declaración de independencia».
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