En esta semana que termina se han cumplido dos años desde las elecciones del cambio. Hace dos años que los españoles, al margen de las ideologías, apostaron por un proyecto político en el que depositaron sus esperanzas para enderezar el rumbo económico de España. De una España maltratada por dos legislaturas de gobierno socialista que merced a una descabellada política económica abocaba al país a la ruina y a la quiebra. Los socialistas han tardado dos años, en una especie de confesión en forma de memorias por parte de Solbes, en reconocer que conocían la magnitud de la crisis que se nos venía encima y que no hicieron nada y que incluso la negaron por bastardos intereses electorales. Y digo que nos votaron al margen de las ideologías porque en la actualidad ese “crespúsculo de las ideologías” que vaticinaba Fernández de la Mora allá por principios de los 70, está más vigente que nunca en el sentido de que los ciudadanos eligieron a los que consideraron más capaces de sacar a España de la crisis, aun asumiendo que habría que hacer sacrificios, porque no se sale de situaciones difíciles con soluciones fáciles. Cuando hablo de ausencia de ideología me refiero a la ideología entendida como sectarismo, no al modelo de gobierno en base a unos principios y valores capitales que practica el PP. Es verdad que cierto sector de la izquierda trata de revivir con nostalgia aquél periodo de las ideologías que no deja de ser un anacronismo, porque con ideología y sonrisas no se sale de la crisis como quedó acreditado tras el nefasto periodo de Zapatero.
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