Hasta hace unos meses escuchar la palabra “Almirante” me hacía evocar lo mejor del pasado de España. Un pasado plagado de hechos admirables en el que un puñado de españoles hallaron gloria por los caminos del mar. Se me vienen a la mente los nombres de Colón y más tarde de D. Álvaro de Bazán -ése que hizo un palacio en El Viso “porque pudo y porque quiso”-. También el nombre de Blas de Lezo y más recientemente Cosme Churruca y Federico Gravina, que alcanzaron la gloria en Trafalgar, o el de Casto Méndez Núñez, quién en la actualidad da nombre a una de las fragatas más modernas de nuestra Armada. Tiempos en los que el ser o no ser de una nación se ventilaba en la mar y en dónde se decía aquello de “más vale honra sin barcos que barcos sin honra”, según la conocida frase atribuida a Méndez Núñez.
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