Gracias al fútbol y a la política se ha vuelto a hablar del asunto catalán. El pasado 12 de octubre, día de la Fiesta Nacional, miles de catalanes gritaron alto y claro que además de catalanes son españoles y eso ha sentado mal a los rasputines del pensamiento único.
También esta semana el Pleno del Congreso de los Diputados rechazó con los votos del PP, PSOE y UPyD la iniciativa presentada por Izquierda Republicana de Cataluña (ERC) que pedía al Gobierno que éste transfiriera su competencia exclusiva de poder convocar referéndums, a la Generalidad. La proposición no de ley instaba al Ejecutivo central a traspasar las facultades de ejecución de estas consultas, en un plazo máximo de seis meses, a través del artículo de la Constitución que prevé la delegación de competencias exclusivas a las autonomías. La propuesta, que contó con el apoyo de los parlamentarios de CiU, Izquierda Plural, PNV y Grupo Mixto, fue rechazada por 276 votos frente a 42. En este caso el Congreso fue tajante al refrendar que la soberanía reside en el pueblo español. Sin ninguna duda las fuerzas mayoritarias dieron el pasado martes una muestra de unidad ante la ofensiva en todos los ámbitos lanzada por el sector nacionalista e independentista catalán con un Arturo Mas envuelto en la “estelada” para desviar así la atención de los graves problemas económicos por los que atraviesa Cataluña en buena medida ocasionados por sus políticas.
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